domingo, 14 de junio de 2015



Hemos nacido ciegos,
errantes buscamos la luz
que nos ha sido negada.
Perseguimos el fuego
que es privilegio de los dioses
y su calor nos hizo creer
que podíamos ver el mundo.

Nos condenaron a la oscuridad
y a las piedras, a pesar de que
vivimos hambrientos de flores.

Rasgamos furiosos la tierra
con nuestros dedos cada día
y lentamente volvemos
al origen de nuestro dolor.

En el principio fue la luz,
esa que nunca será nuestra.



No se deben gastar palabras
en mujeres con sonrisa de cristal,
para eso existen las monedas,
es más fácil sumar números
que ordenar sílabas accidentales.

Lancemos al río nuestro tributo
y esperemos que la balanza
ponga precio a nuestra sangre.

Hay demasiados dioses
juzgando nuestros actos,
debemos aprender a fingir
y a resistir nuestra condena.

Abril 2010


Eso que llamamos el cielo no existe,
sólo es el suelo de nuestros dioses.
Los anhelos de los esclavos de la gravedad,
dan forma a esa invisible superficie
en que se apoyan los pasos de lo divino.

El privilegio de las alas se adquiere
por la genética de la infamia,
algunos deben volar para compensar
nuestra terrestre vulgaridad.

A veces los hombres tratan de alcanzar el cielo,
obedecen las leyes sagradas,
escalan sobre los menos audaces
y erigen endebles estructuras sociales.
Quienes lo han logrado, aseguran tener pruebas,
sus reliquias confirman la existencia del paraíso.

Yo he visto que sólo los niños
pueden acceder a ese territorio,
sin trámites ni pasaportes.
Nadie lo cree,
siguen apilando piedras.



Marzo de 1998

Imagen: La torre de Babel (De Toren van Babel), Pieter Brueghel el Viejo, 1563.

No aspires a la felicidad,
Dios puede matarte
en cualquier momento,
mientras duermes o
incluso si aún no has nacido.

No es un acto voluntario,
Él no tiene control,
son las secuelas del movimiento
de un gigante, que obedece
las plegarias de los aduladores,
desconoce tales significados,
no distingue, hay demasiada distancia,
sus designios no tienen destinatario,
es como la lluvia, sólo cae,
no tiene elección,
brotarán flores y ahogados

Dios carece de memoria,
son los exégetas quienes
documentan sus espasmos,
selectivamente marcan
las páginas doradas,
repiten sus alabanzas,
seguros de un primitivo pacto,
distribuyen sutilmente el mensaje
entre creyentes y herejes,
sin explicaciones.

Nos resistimos a abandonar Jericó.


30 de marzo de 1998.



Imagen: El Coloso, Francisco de Goya, 1808-1812. 


De nada ha servido tanta sangre,
los dioses seguirán sedientos,
ninguna ofrenda logrará su perdón.

Debemos abandonar los templos,
retornar al agua y la tierra,
nacer, vivir y morir sin temor,
sin pecado concebido.

Todos los profetas mienten,
el reino de los cielos es aquí y ahora.

Encendamos una gran hoguera
para quemar todos los libros sagrados,
las falsas promesas que se derrumban
ante los cuerpos agonizantes
que aparecen todos los días
en el noticiero de las tres.
Abril 2010