domingo, 30 de mayo de 2010
Cada día el sol nos recuerda
que su luz es sólo una caricia prestada.
La noche desencadena la voracidad de los relojes,
las estrellas no son suficientes
y debemos llevar el pan y la luz
para sobrevivir al desierto,
atravesar descalzos y ciegos
sobre la eterna ceniza
de los segundos derramados,
esperando que las aves anuncien
que aún existimos.
Abril 2010
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