sábado, 24 de octubre de 2009

Lo que no es infierno

El infier­no de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo ya. La segunda es arries­gada y exige atención y aprendizaje continuos: bus­car y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno. Y hacerlo durar, y darle es­pacio.

Las ciudades invisibles
Italo Calvino

lunes, 12 de octubre de 2009

La balsa de la Medusa

Una metáfora ilustrativa del egoísmo de la oficialidad aristocrática y gubernamental de cualquier época. Nunca habrá suficientes botes salvavidas en un naufragio.

La balsa de la Medusa
(Le Radeau de la Méduse)
Théodore Géricault, 1819
Óleo sobre lienzo -
Romanticismo
491 cm × 717 cm
Museo del Louvre, París

miércoles, 7 de octubre de 2009

El estafador de abismos

Todo pensamiento debería recordar la ruina de una sonrisa.

E.M. Cioran
Silogismos de la amargura

lunes, 5 de octubre de 2009

Caín


Fernand Cormon (1845-1924)
Caín
1880
Óleo sobre lienzo
Alt. 400; Anch. 700 cm.

Walking Around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda