Hemos
nacido ciegos,
errantes
buscamos la luz
que nos
ha sido negada.
Perseguimos
el fuego
que es privilegio
de los dioses
y su
calor nos hizo creer
que
podíamos ver el mundo.
Nos
condenaron a la oscuridad
y a las
piedras, a pesar de que
vivimos
hambrientos de flores.
Rasgamos
furiosos la tierra
con
nuestros dedos cada día
y
lentamente volvemos
al
origen de nuestro dolor.
En el
principio fue la luz,
esa que
nunca será nuestra.